Con esta sesión paralela pretendemos crear un foro de discusión y colaboración con profesionales de todos los niveles de enseñanza, en torno al aprendizaje de la historia social de la población como forma de potenciar habilidades de participación cívica y democrática (Santisteban y Pagés, 2007). La formación democrática exige obviamente una participación activa (voto, conocimiento y participación en las instituciones y la colaboración ciudadana…), pero también el desarrollo de unas actitudes de aceptación de la alteridad (tolerancia, respeto, empatía, ausencia de rechazo sistemático a nada ni a nadie). En este sentido el conocimiento de los procesos históricos puede potenciar la adquisición de habilidades sociales de los estudiantes. Como indica Prats (2011), la historia, como ejercicio de análisis de problemas
de las sociedades de otros tiempos, ayuda a comprender la complejidad de cualquier acontecimiento, de cualquier fenómeno socio-político actual y de cualquier proceso histórico mediante el análisis de causas y consecuencias. Aquí radican sus mejores posibilidades formativas. Ese cambio de perspectiva en la enseñanza de la historia debe suponer una transformación de los métodos de aprendizaje. Para ello es necesario que se introduzcan
elementos propios del pensamiento histórico, en los que se potencie la resolución de problemas, el desarrollo de capacidades y una mayor presencia de contenidos procedimentales y actitudinales. Desde la década de los noventa en el ámbito anglosajón empezaron a plantearse que los contenidos debían utilizarse como un instrumento para el desarrollo de destrezas específicas de pensamiento. A través de dicho planteamiento se conseguía favorecer una formación responsable, crítica y autónoma de la ciudadanía (Seixas, 2002; Barton, 2001). Adoptar este enfoque didáctico no supone eliminar los contenidos conceptuales en el aprendizaje, sino contextualizarlos adecuadamente para que los alumnos puedan utilizar esa información a la hora de comprender su entorno social y cultural. Y para significar dicha perspectiva hay que diseñar líneas de trabajo claras, plantear estrategias de aprendizaje e instrumentos que permitan evaluarlas.
La utilización de temas transversales e interdisciplinares desde la historia social, como la familia, las formas de organización de la población, el trabajo, la perspectiva de género, la vida cotidiana, el mundo rural y urbano, la interculturalidad, las migraciones, la violencia en todas sus vertientes o el conflicto, puede ser muy beneficioso para fomentar el pensamiento crítico y desarrollar los valores cívicos en los niveles educativos. Tal y como señala Heimberg (1999 y 2003) la historia permite construir una mirada lúcida y un sentido crítico sobre el mundo al evocar todas las maneras en que los hombres se han organizado colectivamente y cómo han hecho frente a sus problemas, conflictos e intereses. La construcción del pasado y la enseñanza de la historia desde la perspectiva de la educación cívica va a depender de nuestro proyecto de futuro, de nuestros valores y esperanzas (Audigier, 1999).
La sesión que presentamos podría servir para un intercambio de experiencias y propuestas de innovación sobre las nuevas formas de abordar la enseñanza de la desde la perspectiva social y de la población. La creación de propuestas didácticas de temas sociales cercanos a los alumnos, donde se incida tanto en conceptos como en habilidades y procedimientos, puede ayudar a alejar de los estudiantes una concepción de la historia que habitualmente se identifica como un saber cerrado y poco útil. El planteamiento de problemas y estudios de caso a través de estos elementos transversales procedentes de la historia social y de la población, nos permitirá crear ciudadanos activos, competentes y con unas habilidades sociales que trasciendan los meros conocimientos memorísticos habituales en la enseñanza tradicional de la historia.